Hoy se critican en algunos medios y foros las manipulaciones o mejor dicho, trabajos de retoque y postproducción, que le podemos realizar a una imagen de forma digital. Podríamos hablar también de la Inteligencia Artificial, pero de momento no quiero hacerlo.
Son las unas y las otras, posturas complicadas de encajar, pues todo artista tiende a irse a los extremos.
O no desearían hacer nunca ningún retoque digital, o permitirían todo tipo de trabajo sobre el negativo digital tomado.
Los que venimos del revelado a mano, en laboratorios industriales o de aficionado, pero donde nos fabricábamos nosotros mismos los reveladores, sabemos que ya entonces y de forma artesana, se actuaba sobre la imagen tomada, para lograr más o menos contraste, más o menos tono.
Se modificaba el tipo de revelador, la temperatura de este, el tiempo, la agitación, tanto en el negativo como en el positivo sobre papel que podría ser blando, duro o intermedio.
Era normal emplear máscaras difusas a la hora de exponer el papel, como lo era el de echar vaho o aliento con la boca sobre el papel mientras se revelaba, en zonas determinadas, para que al tener más temperatura, actuara de otra forma el revelador. Para sacar detalles en las altas luces, por ejemplo.
El mundo digital ha simplificado todo esto, pero los virados existían y existen, los encuadres se realizaban en muchos casos para mejorar la toma, y también había fotógrafos que preferían sacar una zona del marco, para que se viera que la toma positivada era la misma que la fotografiada en negativo, sin encuadre posterior.
En la misma medida había fotógrafos que fabricaban por contacto máscaras sobre las diapositivas y las empleaban sumadas al negativo para modificar colores, sensaciones o texturas.
En Arte Fotográfico, lo único que al final importa es el resultado acabado. Si está bien, si nos dice lo que deseábamos transmitir, las herramientas no importan casi nada.
La imagen está tomada en las escaleras del edificio Espacio Telefónica de Madrid.