Todos estamos movidos, no somos ya como éramos hace unos años cuando salíamos a la calle a saludar a los vecinos y sabíamos que todos eran gente pacífica. Ahora ya nos han obligado a tener dudas.
Hemos aprendido en estos últimos años a insultarnos de varias maneras diferentes, a mirarnos de soslayo, a dejar de pensar en positivo, aunque no nos vayan mal las cosas. Es por si acaso.
Ya no somos cristianos aunque vayamos a misa todos los días, ni somos buena gente aunque pensemos que eso lo serás tú.
Ahora nos hemos encerrado como los caracoles, nos hemos quedado difusos, desenfocados…, nosotros y nuestro alrededor.
Pero como sabemos que todo esto es cuestión de modas, simplemente hay que esperar un poco a que los torpes de la violencia de todos los grados, pierdan sentido.
Y mientras esperemos eso sí, no leer la historia, pues en ella se nos explica cómo suelen terminar estas cosas, y lo mejor es no leer esos desenlaces.