Cada vivienda tiene su propia luz, su ambiente, incluso su propio olor. Es la suma de habitantes, muebles y opciones. Las viviendas están vivas y tienen personalidad. Y nos la muestran, nos las regalan para que las sepamos distinguir. Hay viviendas, si ya has ido varias veces, que al entrar con los ojos cerrados las puedes detectar. La vivienda de la tía, la del pueblo, la de la vecina de abajo, la tuya, la salada de la playa, la de tus padres.
Las viviendas tienen rostro propio que lo saben conservar con mimo. No es sencillo desprenderse de él, si acaso sustituirlo poco a poco.